Se fue un ser gigante. Lo más grande y valeroso que ha tenido Zamora Chinchipe en política, historia y cultura. Un caballero con mayúsculas, hombre perspicaz y agudo. Una mente brillante, un corazón enorme y un don de palabra insuperable.

Hoy esa voz firme, notable e inmutable retruena en la ciudad y seguirá presente, personajes de esta magnitud son cada vez más escasos. Estamos hablando de un valiente. Jamás se amilanó a decir lo que tenía que decirse y jamás le tembló la mano por hacer lo que tenía que hacerse.

Fue defensor acérrimo del progreso, analista por antonomasia y un estudioso de casta. Enemigo de la injusticia, del conformismo y de la inacción social. Un luchador inagotable que hoy estará entregando sus planteamientos más notables a quien corresponda en el edén.

Encontró la fortaleza, motivación y ahínco para bregar por una provincia que amó como nadie. Demostró que no hace falta nacer en un terruño para escudar su crecimiento, porque los gentilicios se los ganan quienes convierten su batallar en la prosperidad de toda una sociedad.

Sus obras e ideas hablarán eternamente. Han calado en la memoria colectiva y deben permanecer así, cultivarse y expandirse. La ciudad y provincia se lo debe. El sur del país se lo debe. Todos se lo debemos. Seríamos un pueblo sin historia, sin esencia y valentía, si este célebre intelectual no hubiese plasmado: en sus textos todo lo que ha pensado, y en su vida, todo lo que ha trabajado.

Adiós Víctor Hugo Arias Benavides. Que su ejemplo nos cobije siempre.